viernes, 10 de julio de 2009

Topamiento de Comadres

Un par de ojotas de goma calzadas en las menudas plantas de la comadre, rasgan el suelo avejentado, donde cicatrizan heridas de lanza o cuchillo, que la Mama Tierra recibiera cuando los viejos guerreros esquivaran el arma enemiga.

Baja la comadre, cargada su alforja, empachada en choclos, habas verdes y agolinos, con su cántaro en la mano, su chuspa rellena en coca, sus flores y palomas... Baja pensando en el viento, que entremezcla sus ideas concentradas en su hija, en su ahijado o en su purísima vida de mujer embadurnada en el color de Pachamama, en el diario escarbo de la tierra o en el hosco trajinar de las cabras enterradas bajo el marrón claro de los cerros.
Baja la comadre, mientras ya muy cerca está la otra, esperando la visita especial, sincera y puntual, como quien espera el feliz vivir en este mundo, o como quien ansía el tranquilo y eterno reposar en una tumba. La cita anual se concreta, es el Jueves de Comadres, muy cercano al Carnaval, a solo un día...y después don Hilarión, o el Tata Santos, harán quejar sus erquenchos rompiendo ecos dormidos de quebradas que despiertan con el grito del endiablado demonio.
- ¡Comadrita, como estás!, te he traido mis cosechas, tan sólo ha verte he venido, cambiaremos nuestras chuspas, tomaremos nuestra chicha..., son oraciones sencillas que se hunden en el pecho de los cielos, mientras miran las quebradas por sus ojos cardoneros.
Te recibe tu comadre, te cuenta de sus penas y desmanes del compadre, se te queja de la falta de dinero, pero abriga la esperanza de mejora. Te pide que renueven el compromiso de ser siempre respetadas... Y así, de rodillas, con la cabeza topada, se dirán las palabras no sé por quién inventadas:
- Y nos respetaremos comadre en esta vida y en la otra para bien de nuestro ahijau!... En esta vida y en la otra, alma humana olvidada de la otra y aferrada al gusano plantel materialista.
- ¡Ay comadrita, ay comadre, de nosotros qué será!...
Aquí estoy con mi comadre y esto que nada le falte... Son las coplas, son las voces dulces sones de una quena arrodillada que enamora al indio muerto con las ñustas, princesas de los Dioses del antiguo Collasuyo.
Charleras de las cajas encantadas que chirrean al compás del golpeteo femenino, coloreo en serpentinas, intercambio de los versos rebasados en la chicha. ¡Salúd! por la Pachamama, alegría en el rostro blanqueado con harina o talco perfumado, organismo con presión acelerada, principio de punteo en borrachera y expresión vocal convertida en escala de sonidos.
Coplas comadrezcas se entrecruzan cual las toscas cornetas de un tostado Misachico.
Coplas de las tardes y las noches de Jueves de Comadres...
Coplas que se graban en la cinta de los cielos... coplas, coplas... coplas.

Fortunato Ramos
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